El viaje surgió de manera un poco improvisada. En Argentina era el Día del Padre, y en Italia justo me tocó tener un día libre, así que se nos ocurrió aprovechar para visitar la tumba de Borges en Ginebra y, de paso, conocer un poco la ciudad. Fue un viaje de casi cuatro horas, pero valió la pena.
Cementerio de los Reyes
Llegamos al Cementerio de los Reyes, en Plainpalais. Entrando por la entrada principal, pasando la capilla, se puede ver prácticamente todo el lugar de un vistazo. Es una especie de parque lleno de árboles antiguos y pequeños monumentos formados por las lápidas, que eran casi todas espectaculares. Se entiende inmediatamente que las tumbas pertenecen a personas importantes, que han contribuido a la historia y la cultura de Ginebra, Suiza o la humanidad.


Caminando por sus senderos, me dí cuenta de que éste no era un cementerio convencional. Había gente leyendo en los bancos, familias haciendo picnic sobre el pasto y una chica practicando yoga entre las lápidas. Quizás yo me esperaba algo más solemne, y me tomó por sorpresa tanta serenidad y vida.
No tardamos en encontrar la tumba de Jorge Luis Borges, con sus inscripciones poéticas en el frente y el reverso, adornada con flores, y su nombre claro y en grande. Hubiera querido llamar a mi papá, saludarlo por el Día del Padre y mostrarle dónde estabamos, pero nuestro proveedor no ofrece roaming en Suiza. Así que sólo hicimos algunas fotos, grabamos un video para nuestra familia, y nos fuimos.
Nunca un cementerio me había parecido un lugar tan lindo.
Ginebra sin GPS
Explorar Ginebra sin internet fue como volver a tiempos más simples. Preguntando a la gente por direcciones, descubrimos una ciudad llena de historia y referencias a Juan Calvino, cuya influencia reformadora dejó una marca indeleble. Caminamos por una calle que lleva su nombre, visitamos su antigua casa, el auditorio donde exponía su teología reformada, y finalmente el Muro de los Reformadores, un monumento imponente dedicado a los líderes de la Reforma Protestante.
Sabía que mi papá hubiera estado encantado de conocer estos lugares, así que saqué algunas fotos para enviárselas más tarde.


Por último, después de una caminata exhaustiva, nos desplomamos los tres sobre el cesped del Jardín Inglés, desde donde se veía el famoso Jet d’Eau, que a primera vista no parece ser mucho más que un gran chorro de agua, pero en realidad tiene una historia interesante en su haber.
Regreso
Un pequeño problema con el estacionamiento casi nos obliga a pasar la noche en Ginebra. Pero pudimos resolverlo y, después de otras cuatro horas de viaje, llegar a casa.
Tirado sobre el sillón, hice una búsqueda rápida en Google y supe que la tumba de Calvino se encontraba en el mismo cementerio que la de Borges. Sentí una gran lástima por no haberla visto, quizás hasta pasé junto a ella sin saberlo. ¿Cómo no avergüé estas cosas antes de salir?
Pero después de lamentarme entendí que tampoco era algo tan importante. Sí, es lindo y significativo, pero al final del día, una tumba es solo una tumba. Borges y Calvino están allí, sepultados, y aunque merecen respeto, la vida no gira en torno a ningún lugar o experiencia turística.
En todo caso, visitar la tumba de Calvino puede ser una excelente excusa para volver a Ginebra, esta vez acompañado de mi papá.
Más fotos:








