A tres días de haber llegado a Italia nos dimos cuenta de que habíamos estado un poco en modo turista y decidimos empezar con los trámites de ciudadanía.
El primer paso era la dichiarazione di presenza. Arrancamos el lunes temprano para Chieti, cabecera de la provincia homónima. Un colectivo local, uno interurbano, 30 kilómetros de autopista y ahí estábamos. Después Google Maps nos guió hasta la questura. Primera victoria del día.


Inclusión
Antes de entrar a la questura, nos metimos a un tabacchi a preguntar dónde podíamos imprimir los formularios y nos atendió un chico sordomudo. Tenía papelitos en el mostrador para que la gente le escriba lo que necesitaba. Siamo stranieri, dove possiamo fare stampe? Ahora que lo pienso, no hacía falta decirle que eramos extranjeros, pero en el momento nos abatatamos un poco.
El chico nos indicó con señas hacia dónde ir y llegamos al toque. Excelente servicio.
Mientras caminábamos por el corso principal de Chieti, pensaba en que a pesar de todo lo que se habla de inclusión en Argentina, jamás en toda mi vida había visto a alguien sordomudo trabajando en un kiosko, ni en ningún lado para ser honesto. Me pareció un pequeño ejemplo, pero creo que ilustra la gran mentira que es el discurso progresista argentino.
Entitled italiano
De vuelta en la questura, con los papeles ya impresos y completados, estábamos en la oficina de inmigración cuando tuvo lugar un episodio algo confuso.
Lo que puedo reconstruir es que un italiano se salteó toda la fila, entró a la oficina, y consiguió que lo atiendan primero. Un grupo de argentinos protestaron y trataron de explicarle al señor que ellos estaban desde antes, pero no hubo caso: el tipo levantaba la voz y ponía papeles sobre el mostrador y discutía no sé con qué argumento. Medio maleducado.
La discusión y los gritos desembocaron en que la empleada detrás de ventanilla haga salir a todo el mundo y un oficial poco simpático nos diga que todos los que teníamos que hacer declaración de presencia íbamos a tener que volver después del mediodía.
Nos tuvimos que ir. Un garrón.

Chieti
Fuimos a desayunar a un caffè. Le dejé tres euros de propina al mozo, otro garrón.
Después paseamos por el centro de Chieti. Es una ciudad pequeña, con la misma población que la localidad donde vivíamos en Argentina, pero acá todo parecía funcionar: desde temprano se veía mucha gente yendo a sus trabajos, empleados públicos reparando calles, vendedores en la peatonal, y en general bastante más movimiento del que hubiera imaginado.
No encontramos mucha gente que le guste Chieti, pero a mí me pareció okey.
Vimos varias universidades y museos, pero sin green pass no podíamos entrar a ningún lado. Fuimos a un parque pequeño y me dormí en un banquito usando la falda de Ana Paula como almohada.
Todavía faltaba una hora para el mediodía pero volvimos igual.
Dichiarazioni
Esta vez estábamos primeros en la fila y medio nerviosos. Habíamos leído en varios grupos de Facebook que nos podían pedir permesso di soggiorno, pasajes, seguro médico, o directamente rebotarnos porque deberíamos estar haciendo la cuarentena y no un trámite. No estábamos seguros de si habíamos completado bien los formularios, y sumado a todo esto nuestro italiano todavía era muy básico y nos preocupaba no poder explicar o argumentar algo.
Pero al final entré y fue todo muy sencillo: creo que lo único que dije fue tutto a posto? para saber si me faltaba entregar algo, y luego tante grazie cuando me iba. En unos minutos estaba afuera con nuestras dos declaraciones selladas.


Éxito
La satisfacción fue inmediata.
Desde tomar las líneas de colectivo correctas hasta completar los formularios y hacer el trámite, había varias cosas que podían salir mal. A veces la burocracia es intimidante en nuestro propio país, así que mucho más lo será en un país al que acabás de llegar y cuyo idioma no manejás bien.
Los trámites que seguían iban a tener más vueltas, pero fue un buen comienzo.